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martes, 31 de marzo de 2015

La Forza del Destino (1973). Relaciones entre el Boxeo y la pintura para Eduardo Arroyo (y IV)

Finalizamos el trabajo con éstos dos últimos puntos, no incluyo el apéndice, ya que sus imágenes han sido publicadas en estas entradas, ni la bibliografía comentada, que se escapa a los propósitos del blog.

Bantam o la elevación del Boxeo a la categoría de Arte.

Bantam es la única obra de teatro que ha realizado Eduardo Arroyo (a petición de Klaus Michael Grüber) y el tema tratado no podía ser otro que el del boxeo. “Bantam” es la denominación con la que se conoce a los pesos gallo y el nombre deriva de una gallina javanesa que pesa alrededor de cincuenta kilos.

En dicha obra no trata de hacer una historia de boxeo convencional, de ahí la polémica que suscitó su representación. Como dice Calvo Serraller18, las historias de boxeadores son escandalosas y se soportan gracias a una moraleja edificante, pero la moraleja que presenta Arroyo no es para nada edificante ya que sugiere que la gloria no sólo justifica la sangre, sino que sin sangre no hay gloria.

Los cuatro boxeadores que aquí aparecen, al igual que los de “La forza del destino”, son vidas trágicas, destinos crueles. ”Sea como sea, de lo que acaba estando seguro el espectador de Bantam es que se halla ante los restos de un combate desesperado contra la desdicha, que fatalmente marca el origen y el final de la paradójica existencia de quienes sin tener nada, lo han perdido todo”19. Es como si fueran personajes de una tragedia clásica.

A pesar del aciago final que sufren (por ejemplo, Milou Pladner quedó ciego), Arroyo, pone en boca de los púgiles expresiones tales como “lo haría todo exactamente igual... Viviendo la oscuridad, señora, desde el 17 de Junio de 1937... ¿Qué habría sido de nosotros sin el boxeo? Yo mismo no sería más que un humilde obrero de la Michelin (...) Gracias al boxeo he podido ver el Oriente y las Américas... Si señora, las Américas y Europa y parte de África”20. Es decir, no hay arrepentimiento, en la balanza pesa más lo positivo que las consecuencias.

Es el lado cruel de ese deporte, de la vida, pero cruel para los que lo ven desde fuera, no hay el más mínimo rencor por parte de los protagonistas, asumen su destino.

Arroyo con esta obra pretende cargar de nobleza al boxeo y sus ejecutantes, y situarlo al nivel del arte (de hecho el boxeo es conocido como el “noble arte”). Para ello se desplaza al mundo clásico (periodo considerado como el padre del Arte Occidental y desde donde se inició la práctica del pugilismo en dicho mundo Occidental).

Bantam concluye con un efebo poniendo una corona de laurel sobre la cabeza de su viejo pastor, en la Grecia clásica. Además el primer acto cuenta con la presencia de una anciana taquillera que según Calvo Serraller “lleva la voz cantante, una voz que desempeña una función similar a la del coro en las tragedias clásicas”21.

Podríamos decir que Bantam es una tragedia clásica actual (donde los púgiles se convierten en personajes similares a los Orestes, Agamenón, etc...), y en ella el boxeo entra a formar parte de la literatura, igual que anteriormente (con la serie de cuadros) pasó a formar parte de la pintura. Del arte en definitiva. Un estatus mucho más elevado que el de dos salvajes peleándose ante unos espectadores ansiosos por presenciar la destrucción.

Panama Al Brown
Young Pérez


Conclusiones.

La afición de Arroyo por el boxeo es evidente, pero no es la única razón por la que pinta boxeadores.

Considera al púgil un igual al pintor, al artista, y esa es la razón de la inclusión del boxeo en sus obras artísticas.

Por eso, la razón de la aparición de boxeadores en “La forza del destino”, sobrepasa los límites de los simples gustos personales para adoptar una dimensión más compleja, la de la Teoría del Arte, la de considerar al boxeo un arte y a sus intérpretes, artistas.

Eduardo Arroyo siempre ha defendido al boxeo (nunca ha sido un mero espectador), intenta mostrar su admiración hacia ese deporte y alejarlo del mundo en el que se le ha colocado.

Recientemente, el 7 de Marzo del 2002, se presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la asociación, Los cien hijos de Joe Louis, grupo formado por intelectuales y artistas (presidido por Arroyo) que buscan devolver al boxeo el prestigio perdido mediante actividades culturales que manifiesten los valores tradicionales y la filosofía de dicho deporte22.

El artista madrileño, militante en la defensa del “noble arte”, dio muestras de cosas que pretende hacer el club, “el boxeo está injustamente discriminado por los medios de comunicación. A más de uno se le ha metido en la cabeza que no es progresista y lo ve como una salvajada. Queremos editar carteles, libros y periódicos que contribuyan a cambiar la estética del boxeo”23.

Que cambie la imagen y la concepción del boxeo para el grueso de la sociedad va a ser difícil, pero el combate está servido.


18. CALVO SERRALLER, F. Op. Cit. Pág. 27.
19. Ibidem. Pág. 30.
20. Ibidem. Pág. 31
21. Ibidem. Pág. 29.
22. GRIMALDOS, A. “Los cien hijos de Joe Louis se suben al ring”, en El Mundo (sección deportes), 8-3-2002.
23. Ibidem.

domingo, 29 de marzo de 2015

La Forza del Destino (1973). Relaciones entre el Boxeo y la pintura para Eduardo Arroyo (III)

Boxeo, algo más que una afición para Arroyo.

El boxeo es un deporte en el que dos púgiles se enfrentan entre sí con el objetivo de derrotar al contrario, usando como únicas armas la condición física y los puños.

Al igual que la tauromaquia (otra de las grandes pasiones del artista madrileño), es una actividad muy conflictiva que cuenta con infinidad de detractores dentro de la sociedad.

Eduardo Arroyo es un gran aficionado y entendido en materia de boxeo y además, ha sabido apreciar en él algo más que el espectáculo y el morbo de esperar el fuera de combate y ver la caída y destrucción de uno de los contendientes. Decía a Marga Paz, “yo comprendo que la gente piense que como los toros son prácticas violentas, en cierto sentido. A mi me atrae mucho literariamente, socialmente, como metáfora de la vida”6.

Arroyo ha logrado, incluso, ver en el pugilismo y en la pintura demasiadas cosas comunes, hasta llegar a afirmar que “el boxeo y la literatura tienen mucho que ver, como el boxeo y la pintura, a mi entender”7.

En primer lugar está la soledad, en el momento en que un boxeador sube al cuadrilátero está solo, es parecido a la soledad del corredor de fondo. Soledad que también comparte el artista al enfrentarse a la obra, el pintor ante el lienzo en blanco. Dirá, “¿Por qué toda esta pasión, esta curiosidad, esta devoción por el pugilismo? Yo también me lo pregunto. El pintor es un hombre solo. El boxeador es un hombre solo. El “ring” es un cuadrado blanco marcado por la sangre, el sudor, el agua y la resina donde se expresa el drama”8.

También entiende que el desarrollo de un cuadro es una confrontación, un combate en busca de un desenlace positivo y siempre incierto. “Justamente, en la pintura, cuando pintas un cuadro no sabes en realidad cómo va a terminar, no tienes el resultado cierto, tienes una idea de un cuadro, a lo mejor de su anécdota, o de sus colores, o de su tono, pero luego comienza ese gran combate, ese cuerpo a cuerpo, y el cuadro va saliendo, como un ser vivo completamente autónomo”9. Con el teatro pasa lo contrario, ya que todo está definido de ante mano y se representa algo escrito con anterioridad, cosa que no ocurre con las corridas de toros, los combates de boxeo o la pintura, donde puede pasar cualquier cosa10.

Además también tiene la idea de que el cuadro siempre vence, del pintor que siempre es derrotado, igual que el boxeador victorioso que en contra de lo que pueda parecer paga un precio demasiado alto. “Esa especie de condena, esa especie de insoportable agenda que es para mí el cuadro. La batalla para conseguir sacar de esa acción lo más cercano a una satisfacción, y el hecho de que esa satisfacción no llega nunca, no existe, porque te das cuenta siempre de que, en realidad, esa batalla tuya con el cuadro la has perdido siempre, y el cuadro la ha ganado (...). Formulando una paradoja un poco estúpida: nunca lo has derribado, en realidad nunca lo has derribado; siempre has perdido, aunque siempre sueñes no perder”11.

Con cada combate que vence el boxeador, éste se sitúa más cerca de su derrota, que inevitablemente llegará (es su destino, un destino del que no se puede escapar) si no en la próxima contienda, transcurridas varias. El tiempo pasa factura y el destino se acerca cada vez más.

Con cada rival derrotado el boxeador sufre un desgaste tremendo, sus manos (su herramienta de trabajo) quedan destrozadas. Las manos, otra de las preocupaciones del pintor (también herramientas de su faena). Arroyo dirá en un texto “es cierto que el pintor siempre piensa en sus manos. Tiene también por obsesión la ceguera y las manos. En el mundo del boxeo, los ritos relativos a las manos son extraordinarios. No se puede uno imaginar el cuidado de las manos de un boxeador”12.

Otro elemento que usa Arroyo para comparar ambas disciplinas es el lienzo en sí mismo, lugar donde se desarrolla la batalla. Llega a decir que “el ring es como el lienzo blanco del pintor: iluminación total...¡exacerbada! El ring es un cuadro iluminado destinado a crear tensión y a su vez es también un lugar de tensión. Allí puede pasar de todo y debe pasar de todo. Casi lo mismo que en un cuadro”13.


El exilio. Práctica habitual del boxeo.

En este apartado hablaré del tema del exilio, elemento común entre los boxeadores (gente tradicionalmente de clase humilde que huyen de sus localidades en busca de una vida mejor y van allí donde se les requiere para boxear y tienen opción de ganar dinero, de “hacer bolsas”) y la trayectoria de Eduardo Arroyo.

El artista de Madrid abandona España en 1958 para recalar en París, “un Arroyo jovencísimo salió escapando, a la búsqueda de otro horizonte que el que le podía ofrecer la España de la asfixia”14.

Panama Al Brown, como nos cuenta el pintor en la biografía que realizó de dicho boxeador, también deja su lugar de origen en busca de nuevos horizontes y oportunidades (era campeón de Panamá, pero el istmo poco más podía ofrecerle)15. Este ejemplo de Alfonso Brown es aplicable, prácticamente, a la totalidad de los púgiles.

A Eduardo Arroyo lo que siempre le gustó fue escribir (decía,“yo me hice pintor en París en 1958. Antes de esta fecha, había hecho todo lo que estuvo a mi alcance (...) para convertirme en un escritor”16), pero a lo que se dedicó básicamente (y por lo que logró la fama) fue por pintar. Aún así no hay que obviar sus obras literarias, sus escenografías, etc... En cierto modo, Arroyo, es un “hombre del Renacimiento”, dedicado a múltiples actividades.

La relación que ve entre su pintura y el boxeo también es aplicable a la literatura (su gran sueño), como el mismo asegura, “en 1960, nadie estaba interesado, ni de cerca ni de lejos, en una pintura llamada “figurativa”, agresiva, provocadora, anecdótica y, por que no decirlo de una vez, “literaria””17.

De ahí que al ver sus obras no debamos pasar por alto nada de lo que aparece en el cuadro, ya que todo es parte de la historia que el artista nos cuenta a través del lienzo. En el caso de “La forza del destino”, la vida difícil y predestinada de siete púgiles. La trayectoria de Arroyo, igual que la de un boxeador, está marcada por lo que ese exilio significó en él (al igual que un púgil, conoció el éxito gracias a la dura situación de la huida, del exilio).


6. ARROYO, E y PAZ, M. “Cadáver exquisito entre Eduardo Arroyo y Marga Paz” en Masdearte.com.
7. ARROYO, E y PEREDA, R. Orgullo y pasión; Madrid, Trama, 1998. Pág. 122.
8. ARROYO, E. Op. Cit. Pág. 183.
9. ARROYO, E y PEREDA, R. Op. Cit. Pág. 129.
10. Ibidem. Pág. 129.
11. Ibidem. Págs. 151- 152.
12. ARROYO, E. “Retrato de un boxeador con smoking”; en Eduardo Arroyo (11 Noviembre- 10 Diciembre de 1986), Valencia, Sala Parpalló, 1986.
13. CALVO SERRALLER, F. Diccionario de ideas recibidas de Arroyo; Madrid, Mondadori, 1991. Págs. 43- 44.
14. ARROYO, E y PEREDA, R. Op. Cit. Pág. 51.
 15. ARROYO, E. Panama Al Brown. 1902- 1951; Madrid, Alianza, 1988. Pág. 22.
16. ARROYO, E. Sardinas en aceite; Madrid, Mondadori, 1990. Pág. 175.
17. Ibidem. Pág. 176.

viernes, 27 de marzo de 2015

La Forza del Destino (1973). Relaciones entre el Boxeo y la pintura para Eduardo Arroyo (II)

Milán, 1973. Su serie de boxeadores para Opere e Operette.

En Febrero de 1973, Eduardo Arroyo se encuentra en Milán y realiza la exposición personal Opere e Operette en la galería de Arte Borgogna y Castaldelli Arte Contemporáneo. La muestra trata sobre el tema del melodrama en el Arte lírico italiano.

Realiza doce series en las que se aprecian temas predilectos del pintor, en la que me ocupa, “La forza del destino”, nos encontramos con siete óleos sobre lienzo de 195 x 130 cm , cada uno de un boxeador (efectuados un año antes, en 1972). Curioso acercamiento a esa ópera de Giuseppe Verdi.

Verdi estrena dicha ópera en San Petersburgo en 1862 y se basó para el libreto, que realizó junto a Piave, en el Don Álvaro o la fuerza del sino del duque de Rivas. La ópera de Verdi, al igual que el libro de Rivas, cuenta la historia de Don Álvaro, un personaje perseguido por un implacable y maligno destino.

Para representar la vida marcada por el destino fatal, elige a siete púgiles. Cada uno de ellos da su nombre y retrato a un cuadro. Por tanto, la serie se compone de “Panama Al Brown”, “Eugene Criqui”, “Odonne Piazza”, “Young Perez”, “Kid Chocolate”, “Ray Famechon” y “Willie Pep”.

Los siete boxeadores por los que optó pertenecen a categorías de peso “bajas” (cuatro pesos Pluma, un Gallo, un Mosca y un Medio), no representa a los “colosos” pesos pesados. “Los boxeadores de los que hablo son hombres pequeños (...). Frágiles y endebles. Creo que lo que más me ha interesado es lo trágico de esa hecatombe, el destino que se ceba en un ejército de hombres endebles”2.

En dicho escrito también manifiesta que sumergirse dentro del boxeo es para él una necesidad y que la idea generalizada que tiene la gente de un boxeador es la de un coloso3. Arroyo quiere eliminar esa idea.

El artista trata de desmitificar la figura del boxeador como un forzudo sin cerebro y llega a decir que “se aprende mucho alternando con los boxeadores. Están mucho menos “sonados” de lo que la gente cree. (...) Hay muchos intelectuales en todo el mundo (...), empeñados en considerar que las personas que practican los deportes de competición, o se interesan por ellos, son subnormales o analfabetos. Están muy equivocados”4.

Se centra en la parte amarga de su vida. Les quita todo signo de violencia que pueda despertar el morbo del espectador (no los pinta combatiendo, aparecen posando, incluso en el de Panama Al Brown, éste, aparece con traje, asomando su cabeza por la ventanilla del vagón de un tren) y nos los presenta como seres humanos, como personas, aunque estén marcados por su destino.

Por tanto queda la parte humana de siete boxeadores (todos ellos vivieron la gloria y fama de ser campeones del mundo) con destinos no muy halagüeños (eligió a éstos, pero pudo elegir entre muchos otros). Por ejemplo, Al Brown muere tuberculoso y en la más absoluta miseria, Ray Famechon tras superar un intento de suicidio y una condena por robo estuvo de vigilante nocturno en un pequeño albergue de París (a día de la exposición) o Willie Pep, que dilapidó toda su fortuna en el juego y sobrevivía (también a fecha en la que se realizó el catálogo de la exposición) como instructor de boxeo por 125 dólares a la semana5.

Las fuentes a las que debió acceder para retratar a los púgiles, sobre todo viendo el ejemplo que aporto en el apéndice, pudieron ser carteles de veladas, fotos promocionales de boxeadores y las imágenes de revistas de boxeo (fuera de España existían más publicaciones y llegaban con más facilidad las norteamericanas) como The French Ring o The Ring (considerada La Biblia del pugilismo).

Es muy probable que de dichos lugares sacara las poses e imágenes de los boxeadores, por lo menos en el caso de Willie Pep lo hizo, ya que elige la misma posición e indumentaria (con el cinturón de campeón,...) que en la fotografía que muestro al lado del cuadro en dicho apéndice (expuesto aquí a continuación).



2. ARROYO, E. Sardinas en aceite; Madrid, Mondadori, 1990. Pág. 63.
3. Ibidem. Pág. 63.
4. Ibidem. Pág. 102.
5. FAGONE, V. Opere e operette; Firenze, Centro Di, 1973.

jueves, 26 de marzo de 2015

La Forza del Destino (1973). Relaciones entre el Boxeo y la pintura para Eduardo Arroyo (I)

Empezamos esta sección con algunos de mis trabajos para la carrera, éste en concreto fue para la asignatura de Fuentes de la Historia del Arte III y trata sobre una serie de obras del gran Eduardo Arroyo. Mas información en la Wikipedia.

Son bastante extensos y los iré publicando por partes.

Comencemos con el Índice y el prólogo.

Índice

1- PRÓLOGO.
2- MILÁN, 1973. SU SERIE DE BOXEADORES PARA OPERE E OPERETTE.
3- BOXEO, ALGO MÁS QUE UNA AFICIÓN PARA ARROYO.
4- EL EXILIO. PRÁCTICA HABITUAL DEL BOXEO.
5- BANTAM O LA ELEVACIÓN DEL BOXEO A LA CATEGORÍA DE ARTE.
6- CONCLUSIONES.
7- BIBLIOGRAFÍA COMENTADA.
8- APÉNDICE.

Prólogo

Al observar por vez primera la serie de boxeadores que Eduardo Arroyo expuso en Milán, en 1973, me asaltaron ciertas preguntas, ¿Por qué el artista utiliza boxeadores cuando da su visión pictórica de “La forza del destino” de Verdi?, ¿Por qué ese interés de Arroyo por el boxeo?.

Comenzaré diciendo que nunca antes había estudiado al pintor, así que en este trabajo se me presenta esa ocasión inicial de introducirme en el “mundo de Arroyo”.

El motivo de tratar este tema del boxeo y la pintura se debe a mi interés por el pugilismo y a que es un asunto poco habitual el tratar este deporte (generalmente muy mal visto por la sociedad) dentro del arte.

Dicho esto (y planteadas esas dudas) llegué a la conclusión más fácil (sin haber empezado aún a investigar en el tema), que Arroyo pintaba boxeadores porque sentía admiración por “el noble arte” y ejercía en él una gran fascinación. Si bien esto es cierto, la cosa no es tan simple. En las páginas que siguen intentaré aportar algo de luz sobre las razones del artista.

Mi primera dedicación fue a la obra en sí misma, a “La forza del destino” (1973). Y en dicha mirada, creo haber encontrado las posibles fuentes que el madrileño usa para realizar a los boxeadores. A partir de ese punto fui ampliando el campo de acción hasta llegar al significado del boxeo para Arroyo y la relación que ve entre éste y la pintura. Para ello sus propios testimonios (en textos suyos, charlas-entrevistas y obras literarias) son claves.

El principal problema que he encontrado es el del poco tratamiento que recibe el boxeo en España, hasta el punto que, como dice Juan Bonilla 1, está relegado a la marginalidad, ya que hasta el libro de estilo de El País sólo acepta noticias referentes a este deporte si ayudan a “desterrarlo de la actualidad y cargarlo de tragedia”.


1. BONILLA, J. “Apología del boxeo”, en El Mundo (sección cultura), 30-10-2001.